Los Ojos del Loco


“Los momentos de mi vida en los que yo he crecido tienen que ver con los fracasos; los momentos de mi vida en los que yo he empeorado, tienen que ver con el éxito. El éxito es deformante, relaja, engaña, nos vuelve peores, nos ayuda a enamorarnos excesivamente de nosotros mismos; el fracaso es todo lo contrario, es formativo, nos vuelve sólidos, nos acerca a las convicciones, nos vuelve coherentes. Si bien competimos para ganar, y trabajo de lo que trabajo porque quiero ganar cuanto compito, si no distinguiera qué es lo realmente formativo y qué es secundario, me estaría equivocando”.
Marcelo Bielsa

Como escritor suelen asaltarme imágenes que me piden ser escritas. Los temas de mis textos aparecen así, como imágenes abruptas, repentinas, que requieren ser explicadas luego a lo largo de las páginas.
Pues bien, esta no es la excepción. Y la imagen que primero me viene a la cabeza es una de Bielsa. No demasiado antigua. Se remonta al Mundial de Sudáfrica. El equipo que dirige, Chile, está perdiendo con Brasil por octavos de final. No pierde uno a cero. Ni pierde dos a cero. Pierde tres a cero y falta apenas un rato para que el partido termine. Bielsa está en cuclillas muy cerca de la línea del lateral. Está en cuclillas y mira. La cámara –una de las numerosas cámaras- le hace un primerísimo plano. No ya de su cara, sino de sus ojos. Toda la pantalla son los ojos de Bielsa. ¿Qué están diciendo los ojos de Bielsa mientras mira ese partido definido? Dicen muchas cosas. Llevan adheridos un montón de sentimientos. Bielsa clava los ojos en ese partido con una concentración rotunda. Bielsa se enoja con cada error de los suyos, con cada desatención, con cada chambonada. Bielsa se entusiasma cuando los hombres de rojo hilvanan unos cuantos toques, cuando progresan hacia el arco de Brasil. Bielsa no habla. Bielsa no gesticula. Bielsa suelta rayos y centellas por los ojos.
Lo veo hacer y pienso en un titiritero manco. Bielsa no puede, desde allí, dirigir los movimientos de los suyos. Sabe lo que sus dirigidos tienen que hacer. Pero no puede hacerlo por ellos. Tiene una recóndita belleza ese seño fruncido, ese incendio de bronca, esa impotencia. Es la imagen de un hombre que está convencido de lo que piensa y de lo que siente. Y sigue convencido más allá de que, para otros hombres, las cosas ya den lo mismo. Porque Chile pierde tres a cero, y porque no hay fuerza de este mundo que pueda torcer ese destino. Pero Bielsa sigue jugando. Mientras haya partido, Bielsa lo juega. Porque para Bielsa –y eso se le nota en los ojos- importa mucho más el cómo que el cuánto. Ahí están sus ideas. Ahí están sus principios. En ese Chile que sale a hacer lo que Bielsa siente y piensa que hay que hacer.
No importa si tiene razón o no en jugar así. Su razón pasa por otro lado. Bielsa tiene razón porque dice lo que piensa y hace lo que dice. Y esa coherencia (en mi pueblo también la llamamos honradez) lo hace digno. Digno de ganar y de perder. Pero siempre digno de jugar.

(Por Eduardo Sacheri, prólogo del libro “La vida por el Fútbol, Marcelo Bielsa, El último romántico", de Román Iucht)