La industria pornográfica


"¿Quién quiere ver fútbol cuando el país está en caos?" Rio Ferdinand, uno de los jugadores más importantes en la última década del fútbol inglés, no dormía mientras veía por Sky News edificios y ómnibus en llamas en su Peckham natal, sudeste de Londres. Es un fanático de Twitter. Unas semanas antes, twitteó unas fotos que se estaba sacando en una visita del Manchester United a la Casa Blanca. Enfureció cuando advirtió que las fotos desaparecían al instante. Hasta que le avisaron que era la CIA. Pero esa noche, en su mansión de 8 millones de dólares de Cheshire, Ferdinand siguió twitteando desesperado. "No puedo decirles exactamente a los jóvenes qué deben hacer, pero robar televisores, quemar las casas de gente inocente y negocios no solucionará nada."

También twitteó su compañero Wayne Rooney, nacido en Croxteth, un suburbio de Liverpool. "Por qué la gente le hace eso a su propio país, a su propia ciudad. Por favor, paren", escribió desde su cercana mansión de Chestbury, de 6,5 millones de dólares. Al día siguiente, miércoles, Ferdinand y Rooney se quedaron sin jugar el amistoso contra Holanda en Wembley. Los graves disturbios también ponían en riesgo la primera fecha del campeonato. "Posponer el inicio de la Premier League sería un mensaje terrible para el resto del mundo. Se ve en todos lados adonde viajo", dijo Bernie Ecclestone. El octogenario zar de la Fórmula 1 y accionista del ascendido Queens Park Rangers viaja mucho. Subió del puesto 38 al 23 en la lista de los hombres más ricos del Reino Unido. Posee unos 4000 millones de dólares. Los miles de jóvenes que salieron la semana pasada a las calles de Londres y de otras ciudades de Inglaterra, para protestar unos y para saquear otros, no prestaron la más mínima atención a los ruegos de las figuras deportivas.

Peor la pasó nada menos que Michael Jordan en 1993 cuando amagó intervenir en el caso Rodney King, una golpiza policial que provocó estallidos raciales en Los Angeles. La estrella de la NBA, icono del deporte globalizado, ganaba entonces unos 70 millones de dólares anuales en salario y publicidades, como aquella en la que un niño blanco decía "Yo quiero ser como él". Uno de los líderes de la protesta le sugirió que no interviniera. Le dijo que, lamentablemente, los jóvenes ya no lo sentían propio. Que el dealer de la esquina era para ellos un modelo mucho más cercano. Respuestas similares recibieron Ferdinand y Rooney la semana pasada. El ex arquero de la selección inglesa, David James, se indignó cuando escuchó por la TV a un comerciante que decía que, en lugar de twittear , los jugadores debían donar parte de su fortuna y que ellos eran un mal ejemplo. "Los jugadores no tienen por qué ser modelos de los jóvenes", escribió James en The Guardian. Sí opinó que los jugadores y los clubes deberían dedicar más tiempo y dinero a sus comunidades, y no limitarse a la visita anual al hospital de la zona con las cámaras de Sky TV. "Cuando uno les habla a millones tiene alguna forma de responsabilidad social", replicó un lector. Decenas se indignaron por los dineros y los escándalos que rodean a los jugadores. "Nuestros banqueros -terció alguien- también evitan ser castigados y encima piden más dinero, como los jugadores. Sus estafas, además, producen mucho más daño."

"Nadie puede asumir liderazgo moral, tampoco los políticos acusados de fraude o los policías y periodistas que espiaban teléfonos", me dice desde Londres Gary Armstrong, sociólogo especializado en fútbol. El colega Jimmy Burns me aconseja leer "el majestuoso libro" de David Goldblatt The ball is round para comprender qué significaba y qué significa hoy el fútbol en Inglaterra. La Premier League inició el último fin de semana su 20» edición. Comenzó en agosto de 1992. Por un lado había que poner fin a la era de los hooligans . Por otro, adueñarse de los nuevos millones de Rupert Murdoch y la cadena Sky. Sudán del Sur, flamante nuevo país, se anotó para ver a la Premier League incluso antes de unirse a la ONU. Es el país número 212 que ve por TV al fútbol inglés. La TV pagaba 11 millones de libras en 1992. Hoy paga 1300 millones. Murdoch gana fortunas con las transmisiones de pago. Había apenas 11 jugadores extranjeros. Ahora, casi 300. Los dueños de los clubes eran británicos. La mitad está hoy en manos foráneas, de Estados Unidos a India, de Uzbekistán a Serbia, de Hong Kong a los árabes. Un asiento en Old Trafford costaba una media de 13 libras. Según la inflación hoy podría costar 19 libras. Cuesta 50. Los modernos estadios ingleses parecen hoy teatros de ópera. La violencia, cada tanto, vuelve a explotar en las calles.

El único partido suspendido del fin de semana fue Tottenham-Everton. En Tottenham comenzó la explosión cuando la policía mató a un ciudadano negro, supuestamente un dealer . Los negros tienen chances 7 contra 1 respecto de los blancos de ser arrestados bajo sospecha, recordó Joseph Harper, para quien la situación en Inglaterra hoy es peor que en las revueltas de 1981. Mark Duggan fue el muerto 334 desde 1998 bajo custodia policial y sin condena jamás para un policía. Lo escribió Nina Power en un artículo en el que enumeró la escalada de las protestas sociales del último año por recortes y ajustes y recordó que el 10 por ciento más rico de la población británica tiene una diferencia record de 100 a 1 respecto del 10 por ciento más pobre. "En una sociedad cuyas diferencias son las peores desde 1920, los futbolistas que ganan 80.000 libras por semana (131.000 dólares) son modelos de esa opulencia", escribió Paul Hayward al justificar la suspensión en Tottenham, "un área con los peores índices de desempleo y en la que los recortes sociales para los jóvenes fueron del 75%". Su colega Richard Williams agregó que en el municipio de Haringey, donde está el estadio de Tottenham, cerraron 8 de los 13 centros juveniles. Lo escriben para decir que, tal vez, los incidentes de la semana pasada no son sólo "pura delincuencia", como los describió el premier David Cameron. El deporte escolar sufrió recortes de 162 millones de libras. La Premier League destina 7,8 millones de libras a Kickz, un proyecto para las comunidades. Es el sueldo anual de cualquiera de sus jugadores estrella.

La policía autorizó la semana pasada un torneo de beach-volley en Horse Guards, una de las sedes olímpicas para los Juegos de 2012. Había 200 delegados olímpicos, 24 equipos. Suspender el torneo hubiese sido un papelón olímpico. Mientras discutía la crisis con sus ministros, Cameron podía ver la competencia desde las ventanas de su oficina. Se instalaron 28 toneladas de arena y tribunas para 10.000 personas. "Y entonces ellas jugaron beach volley en pequeñas bikinis, sobre arena importada, mientras el mundo ardía", escribió, irónico, el periodista Dave Zirin. "Cuando el año próximo se celebren los Juegos -me dice Armstrong- tendremos 3 millones de personas sin ingresos y el mayor número de gente encarcelada en la historia del Reino Unido." En medio de protestas, las obras olímpicas obligaron a demoler Clay's Lane Estate, en East London, la segunda casa cooperativa del Reino Unido. La decisión provocó disturbios, "el lenguaje de los sin voz", como los llamó alguna vez Martin Luther King. Muchos escenarios olímpicos están en la zona de los incidentes. Entre los cientos de personas bajo arresto, entregada por sus padres, figuró Chelsea Ives, una promisoria atleta de 18 años seleccionada como "embajadora" para los Juegos. Este y otros casos obligaron a no realizar lecturas lineales sobre la explosión en las calles, las protestas y el pillaje. "No deberíamos intentar explicar ni comprender", dijo Kelvin McKenzie, ex editor del Sun, furioso por las imágenes del desastre que veía desde su estudio. Los Juegos costarán por lo menos 15.000 millones de dólares, aunque algunos analistas hablan del doble. El nuevo estadio olímpico ya está terminado. Costó casi 800 millones de dólares y fue construido, parcialmente, con dinero público. Después de los Juegos, quedará en manos de David Sullivan y David Gold. Son los nuevos dueños del club West Ham. Hicieron su fortuna en la industria pornográfica.

El revolucionario antisistema del fútbol español


La historia de Javi Poves, hasta hace unas horas jugador de fútbol en la Liga española, no es la de un futbolista cualquiera. El joven rechazó un auto que le ofreció, al igual que al resto de sus compañeros, una marca que auspiciaba al club. Según él, su Smart le bastaba para moverse. Se negó a cobrar su contrato por medio de una transferencia bancaria, para no utilizar ese sistema, el de los bancos. En las concentraciones, se lo podía ver leyendo, solitario, un clásico como "El capital", de Karl Marx, o el siempre polémico "Mi lucha" (Mein Kampf) de Adolf Hitler. Ahora, cansado de pertenecer al mundo de un deporte "donde todo es dinero, todo está podrido", decidió con tan sólo 24 años decirle adiós al Sporting de Gijón para dedicarse a los libros, a estudiar.

Poves era defensor. Jugó dos años en el Sporting B y logró debutar en la primera división en el cierre de la pasada temporada, mientras el Barcelona de Lionel Messi gritaba campeón. Pero, contrariado por ese desencuentro entre el pensar y el hacer, entre sus ideales y su vida cotidiana, decidió cortar de raíz con todo: "¿De qué me sirve ganar mil euros en vez de 800, si sé que se obtienen con el sufrimiento de mucha gente?", afirmó a un diario local.

"Cuando era pequeño, jugaba por amor al deporte, pero cuanto más conoces el fútbol más te das cuenta de que todo es dinero, de que está podrido, y se te quita un poco la ilusión", le había dicho al diario La Nueva España este joven formado en las inferiores del Real Madrid antes de hacer sus primeras armas en el Rayo Vallecano B.

Sin embargo, a pesar de que la prensa española lo rotuló como un "indignado del fútbol" –en referencia al movimiento de protesta originado en España, que actualmente está siendo sacudida por la crisis económica a nivel europeo-, Poves no se siente identificado con eso: para él, las protestas pacíficas no sirven. "En vez de tanto 15-M, lo que hay que hacer es ir a los bancos y quemarlos, cortar cabezas. La suerte de esta parte del mundo es la desgracia del resto", afirmó en una entrevista con Lainformación.com. "Es un movimiento creado a propósito por los medios de comunicación para canalizar ese malestar social que hay y para que esa chispa no se convierta en peligrosa e incontrolable para el sistema. Es un lavado de cara para el sistema capitalista, pero no un cambio radical", analizó.

Ahora, luego de rescindir su contrato, Poves dijo que volverá a estudiar Historia a través de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) española. "No tengo definido mi punto de vista. Lo que quiero es leer mucho e informarme de todo", expresó el ya ex futbolista, quien se define como un "antisistema", ni de derecha, ni de izquierda. Su conciencia, en paz.